Antonio López entra en el edificio -Alcalá 44- desde el que lleva 11 años pintando la Gran Vía. Viene de vez en cuando. Uno de los porteros de la finca le saluda: “¿Todo bien?”. El pintor se lo piensa, se encoge de hombros y responde: “Pues cualquiera sabe”. Cualquiera sabe. Nada de precipitarse y hablar a tontas y a locas. Pausas y dudas; ante el lienzo y ante la vida real. López en estado puro. A López no le va a pillar usted dejándose llevar por el enfebrecido ritmo de la vida moderna.
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