En el suelo, junto a las señales de peligro biológico, había media docena de bandejas de comida intactas. Nadie había entrado por esa puerta para entregárselas al paciente desde hacía un par de días. "Las enfermeras que yo había llegado a querer tanto estaban sorteando quién entraría y chequearía a un paciente. Se reían". "Luego se iban a sus otros asuntos como si nunca hubieran decidido quién lo haría o como si no hubiera un paciente ahí". Burks entonces se acercó a la puerta y escuchó susurros muy débiles del otro lado: "Ayuda, ayuda".
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