Cada uno tiene sus manías, yo tengo las mías (las que me corresponden) y unas cuantas más. Una de ellas, desde bien pequeño, ha sido el cine. Y más en particular los actores y, yendo a los específicos, cómo se movían. Cuando en Los siete magníficos todos/as perdían el culo por Steve McQueen o Yul Brynner a mi el que llamaba la atención era Robert Vaughn. Esa forma de inclinar el rostro cuando hablaba de que no le quedaba “ningún enemigo vivo”. Sí, el tipo era un —presunto— cobarde pero trate usted de inclinar la cabeza de esa manera y seguir...
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