Si Rita Barberá tuviera el más mínimo interés en debatir seriamente sobre el delito de cohecho, podría llamar a los catedráticos y profesores expertos en la materia, quienes le explicarían que el límite de lo correcto está en los usos socialmente admisibles. Un ejemplo puede servir para que lo entienda hasta la alcaldesa de Valencia: si alguien va a cenar a casa de unos amigos le puede llevar una botella de vino o una caja de anchoas, pero no se le ocurre aparecer con unos trajes a medida, una televisión o un Jaguar
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