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Mientras Pablo González se marchita de amnesia institucional en una cárcel polaca, a nuestro alrededor prosperan los gacetilleros de postín y alcantarilla gracias a las jugosas subvenciones autonómicas. Y las asociaciones de prensa, disfrazadas de sindicatos del crimen, amparan el ejercicio de la difamación y la mentira. Eso, Ana Rosa, sí que no tiene ni puta gracia.
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