Cuando Ana María Matute habla sus manos vuelan, como si removieran los espacios para adentrarse en esos mundos mágicos en los que a ella le gusta hospedarse. Cuando habla su voz suena a experiencia y a inocencia. No, no es que ella sea una ingenua, como se afana en explicar cada vez que tiene oportunidad; es que la inocencia no es una cuestión de edad; es una cuestión de ser, de estar...
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