Okunishi Masaru, de 84 años, fue condenado a muerte en 1972. Según los informes, Okunishi fue torturado y obligado a confesar tras largas sesiones de interrogatorios por la policía, además de no haber contado con la presencia de un abogado. Okunishi Masaru se retractó de su confesión durante su primer juicio y fue absuelto por falta de pruebas, pero la sentencia fue revocada por un tribunal superior. En Japón, los condenados a muerte no conocen con antelación cuándo se le va a ejecutar y, en algunos casos, ni siquiera se les notifica.
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