La documentación sensible que Francisco Nicolás Gómez Iglesias guarda sobre importantes miembros del Gobierno no procede sólo de sus habilidades y precauciones tecnológicas. Amigas suyas, chicas de imagen a las que contrataba para fiestas en discotecas como Liberata en Madrid, de la que el pequeño Nicolás era jefe de Sala, le habrían proporcionado mensajes con los que chantajear a quienes eran sus amigos.
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