Nos situamos en Hamburgo (Alemania) en el año 1.675 y encontramos a un comerciante llamado Hennig Brand. No era ninguna eminencia en los negocios pero, por la dote de su esposa, disponía del dinero suficiente para dedicar su tiempo al noble arte de la «alquimia».Brand pretendía destilar oro de la orina.El caso es que se puso manos a la obra (¿?), reunió 50 cubos de orina humana y los estuvo procesando (tamizar, mezclar, disolver, calentar...) durante meses.
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