Parece la solución perfecta a muchos problemas. Si las microalgas necesitan del CO2 para vivir, ¿por qué no usarlas para capturar las emisiones de este gas de efecto invernadero? Enchufadas directamente a los aliviaderos de una central eléctrica, las microalgas proliferan gracias el dióxido de carbono. El círculo se cierra con la obtención de biomasa vegetal para acuicultura, cosméticos, energía y hasta la alimentación humana.
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