Las elecciones alemanas de este domingo llevan más de tres meses paralizando la vida política europea. Nadie, ni en Bruselas ni en las capitales de la Unión, y mucho menos en el Banco Central Europeo, se ha atrevido a tomar iniciativas que pudieran alterar el debate político germano. Ese hecho extraordinario no sólo demuestra que Alemania manda mucho -pues cabe suponer que la orden de "no molestar al conductor" ha llegado de Berlín- sino también que los demás gobiernos europeos
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