El infierno, para Venecia, era esto. Cuando comenzaba a levantar la cabeza tras sufrir en noviembre la segunda peor inundación en un siglo, llega la pandemia y con ella desaparecen los turistas internacionales, su principal fuente de ingresos. «Estamos al borde de un ataque de nervios», confiesa Luigi Brugnaro, alcalde de la Ciudad de los Canales, que reconoce que esta situación ha puesto «de rodillas» a los venecianos. «Probablemente no moriremos de coronavirus, pero seguramente corremos el riesgo de morir de hambre»
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