Hace tiempo, Al Gore le quiso reclutar como uno de sus “apóstoles” del cambio climático. Viajó a Sevilla donde Gore insistía en que España debería de invertir en energía eólica. Alberto Vázquez-Figueroa le dijo que eso no era nada rentable en nuestros país. En las horas de verano que más energía se consume no corre una brizna de viento por la península. Al Gore se molestó tanto que ni siquiera le recibió aquella misma noche, tal y como le había prometido.
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