En caso de que un niño -o un adulto- llegue a tragarse el famoso capuchón y quede atascado en el sistema respiratorio, el agujero del tapón permite que se mantenga una vía abierta que impida que la persona en cuestión se ahogue. Según los datos recabados por la propia empresa BIC, un centenar de personas muere al año por asfixia tras haberse tragado uno de estos elementos.
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