Esta es la historia de estas figuras de bronce y casi 2 kg de peso, sobre la que siempre recaían historias rocambolescas para su protección. Muchas de ellas incluso eran arrojadas por la borda al fondo del océano, antes de caer en las manos del enemigo (como ocurrió en la batalla de Trafalgar). Otras tiradas a los pozos o barrancos e incluso escondidas entre las ropas de los prisioneros en retirada. Símbolos eternos de la hegemonía imperial.
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