Los terracampinos, hace 160 años, en plena euforia del Canal de Castilla, gritaban ¡Agua, sol y guerra en Sebastopol! porque la guerra de Crimea aisló al cereal ruso, demandó el castellano y alzó su precio. Su ruda filosofía era muy honda, primero cantaba al agua y al sol como columnas estructurales que solucionaban su vida acorde con la naturaleza, solo después valoraba la coyuntura de una lejana guerra.
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