Cuando la guerra en Afganistán estaba llegando a su fin, EE UU dio un paso que hizo que el conflicto se convirtiese en más sangriento para la Unión Soviética: equipó a los muyahidines con los Stinger, misiles antiaéreos. Los soviéticos perdieron la superioridad aérea y se dieron cuenta de que necesitaban urgentemente hacerse con estos nuevos misiles para entender cómo contrarrestar la nueva amenaza.
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