En Piquiá de Baixo, en el Estado de Maranhao, el más pobre de Brasil, vivían 380 familias cuando se instaló un polo siderúrgico. La polvareda contaminante del aire, el agua y el suelo es permanente. Afectados y activistas compraron acciones de la siderúrgica para volver a pedir que se les traslade a una zona segura.
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