Hay muchas maneras de dejar el propio nombre para la historia. Aunque la mayoría son tan complicadas como pintar El Juicio final, formar parte de los Beatles, liderar una revolución o inventarse Macondo. Para los ambiciosos que no se sientan a la altura de Che Guevara o de García Márquez, el Duomo de Milán acaba de proponer una solución más sencilla: grabar el propio nombre sobre el monumento. A cambio, eso sí, de 100.000 euros.
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