Precipicios artificiales de diez metros de altura en los que la gente se tiraba de cabeza a un foso que aún no había sido despejado con los desorientados tipos que se habían tirado antes que tú; unas lianas a lo Tarzán con una fuerza propulsora excesiva; toboganes con una física tan abrupta que, sus participantes salían de ellos con el primer enema de sus vidas; una imitación de unos rápidos que ostentaba cifras récord de fémures fracturados; lagunas llenas de culebras hambrientas...
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