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“No hay derecho a lo que le están haciendo”, ha afirmado uno de los agentes que vigilan el chalet del vicepresidente. Este policía ha estado al pie del cañón y ha visto en qué consisten esos presuntos escraches. Ya no se trata de una reivindicación puntual, sino de hacer hasta un picnic al frente del chalet para mantener la presión constante. Y lo peor de todo no es el acoso que sufren los políticos, sino que tras esos muros de la vivienda de Galapagar hay tres menores de edad que ven cómo no pueden ni siquiera salir de su casa.
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