Llegaron a España a finales de los años 90, inspirados en los famosos mall de Estados Unidos y promovidos por operadores holandeses y británicos. No tardaron en sumarse las empresas españolas. Y crecieron a la misma velocidad que la economía. Parecía una necesidad en toda ciudad que se preciase de serlo y hasta en cada nuevo barrio o cada desarrollo residencial. Eran otros tiempos.
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