Cuenta la leyenda que la sal rosa del Himalaya proviene de las altas regiones montañosas de esta cordillera. Por ello, no está contaminada por el ser humano y, además, contiene 84 elementos esenciales para la salud, o al menos esas fueron las ideas que propagó con fines comerciales en la década de 1990 Peter Ferreira, sin ningún tipo de evidencia científica que las apoyara. Lo que si es cierto, es que estas creencias supercalifragislísticas permiten a las empresas envasarla y venderla por un precio que puede superar los 300 euros el kilo.
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