La participación en estas presidenciales es la más baja desde el retorno a la democracia en 1990. El fantasma de la abstención preocupó por igual al oficialismo y a la oposición. Pero tanto el Gobierno como los portavoces de la ganadora, Michelle Bachelet, han sido enfáticos: la elección es legítima, pese a la gente que se ha restado, porque se ha realizado de acuerdo a las reglas vigentes de la democracia.
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