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Cualquiera que haya visto este miércoles la intervención del líder ultraderechista Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados se habrá sentido totalmente perdido. En un debate sobre la continuidad del estado de alarma, en medio de la mayor emergencia sanitaria mundial de nuestra época, habló de comunismo, de Chekas, de Paracuellos y hasta del Che Guevara. Lo suyo no es amor, se llama obsesión. Pero quizá la mejor parte de todas ha sido cuando se ha puesto a hablar del "odio histórico de la izquierda hacia los homosexuales" ante un atónit
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