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Llegó al estudio con andares de cabeza de cartel, con la chaqueta y la camisa prieta, tirantes perfectamente alineados, para barrer en el telediario de las nueve, con media España cenando. Pero Carlos Franganillo no es ni Pablo Motos ni Bertín Osborne. Carlos Franganillo no ríe las gracias a los entrevistados. Les repregunta. Y les seca la boca.
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