Esta decisión de nada menos que el alcalde de la segunda ciudad de España vuelve a avivar el debate sobre qué es lo que debe hacer la gente de izquierdas, progresista en este caso, o simplemente demócrata, ante la infestación de bulos, de odio y de tácticas espurias que la extrema derecha está introduciendo en las redes sociales. El problema es que la decisión personal de Collboni —y de otros que han venido antes que él— se toma desde una posición muy concreta y, a nuestro juicio, consigue exactamente lo contrario de lo que pretende.
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