La capacidad de digerir la lactosa (el azúcar que se encuentra en la leche de los mamíferos) es una característica que tienen casi todos los bebés. La mayoría de ellos usan las llamadas enzimas lactasa en el intestino delgado para descomponer la lactosa en glucosa y galactosa, haciéndolas más fáciles de absorber por el revestimiento intestinal. En edad adulta mantenemos esa capacidad de digestión de la lactosa, pero en menor grado, algunos países han desarrollado una mejor estructura genética para tolerar la lactosa que otros.
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