El tiempo es sin duda uno de los enigmas más elusivos, y por ello más fascinantes, que la razón humana puede enfrentar. Sea desde las limitaciones de la reflexión personal o asistidos por los complejos modelos matemáticos y de proyección desarrollados en décadas recientes, hay quienes se han propuesto investigar la naturaleza del tiempo, su razón de ser, el misterio que rodea su inaprehensible concepción. La célebre sentencia de San Agustín — “Quid est ergo tempus? Si nemo ex me quaerat, scio; si quaerenti explicare velim, nescio”.
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