Uno de los juegos recurrentes cuando somos niños es tratar de construir una casa del árbol. Algunos de los que hemos pasado los veranos en pueblos lo pudimos hacer realidad, de una u otra manera, aunque fuera con 4 cajas y, la verdad, no demasiado separadas del suelo. Quizá de ahí nos venga el amor por la arquitectura, ¿quién sabe? El caso es que la mayoría soñamos de pequeños con tener una cabaña en un árbol. Un lugar donde esconderse, jugar, escalar, descubrir nidos o mirar a las estrellas.
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