"¿Hay coche?". Son las once de la mañana en la calle de la Sierra de Guadalupe, en Villa de Vallecas. Alrededor de la boca de metro empieza a arremolinarse un grupo de toxicómanos bajo el sol abrasador. Son cinco, y están inquietos, ansiosos. Junto a una parada de bus esperan a que llegue su puente al colocón, al fin del mono. Esperan a que llegue la cunda, vehículos lanzadera que transportan a los toxicómanos al poblado de Valdemingómez, donde compran las dosis de droga.
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