Langenegg , un pueblo austríaco de 1.100 habitantes, no tenía transporte público pese a que sus vecinos tienen una elevada movilidad obligada. Era el imperio del coche particular. Sin embargo, el Ayuntamiento no tenía ningún vehículo y el coste por los desplazamientos del personal era elevado. Hasta que se les ocurrió comprar un coche de biodiesel y alquilarlo a los propios vecinos.
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