Se cumplen 40 años de una catástrofe que no fue fenómeno de la naturaleza, sino que se realizó por obra de otros seres humanos, congéneres con nombres y apellidos amparados por instituciones estatales de Israel y fuerzas paramilitares de El Líbano, que han quedado impunes. Entre 800 y 3.500 refugiados fueron ejecutados a sangre fría, muchos de ellos torturados. Buena parte de esas personas eran mayores de edad, mujeres, niños y niñas.
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