Durante sus tres décadas en el Tribunal Supremo, Clarence Thomas ha disfrutado de un estilo de vida que la mayoría de los estadounidenses sólo pueden imaginar. Un grupo de titanes de la industria y ejecutivos ultrarricos le han agasajado con vacaciones lejanas a bordo de sus yates, le han hecho entrar en las suites premium de los acontecimientos deportivos y le han enviado sus jets privados a buscarle, incluido, en más de una ocasión, un 737 entero. Se trata de una corriente de lujo más amplia y procedente de un círculo más amplio (...)
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