Argumentos clásicos como que "tiene un sabor más suave" o el "es que hay que tomarla bien fresquita" no han servido para nada. Cientos de miles de detractores de la Cruzcampo claman a diario al cielo o a su dios más cercano para que la elimine del panorama cervecero o, cuando menos, dejen de denominarla como tal.
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