EL ESPAÑOL recorre unos campos que sólo son noticia cuando, de repente, arden. Son como una mancha invisible que oculta a unos 3.000 inmigrantes. Cuando se conocieron en Malí, su país natal, eran apenas unos críos, recuerdan Mamadou Djallu y Sejdou Elassogue este martes, sentados en dos sillas herrumbrosas. Los dos hombres saltaron juntos desde Marruecos la valla fronteriza de Melilla. Fue el 4 de noviembre de 2016. Gritaron “¡boza, boza!”. Habían vencido.
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