En pleno 2015 hay dos problemas que señalar en el "caso Charlie Sheen". El primero es que se busque estigmatizar (y el amarillista Enquirer lo pretendía) una enfermedad. Volver al discurso de "el SIDA es de [inserte aquí el nombre de colectivo a denigrar]". El segundo es que Sheen no tiene SIDA. Es portador, algo que en sí mismo demuestra que, al menos en los países desarrollados, ya no es aquella epidemia letal de los 80.
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