Cinco años de recesión económica, de recortes sociales, de sobresaltos, de incertidumbre y de malas noticias no solo socavan los cimientos del Estado de bienestar. También están minando los nervios de la población. El consumo de ansiolíticos y de medicamentos para el insomnio empezó a aumentar en el año 2000 con la normalización de su uso para procesos cotidianos de la vida.
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