"Nos estamos muriendo de calor en París". No es un grito de ayuda. O sí. Aunque hoy quizás nos llame la atención —o no— esa frase encabezaba un extenso artículo publicado por el periódico Le Petit Parisien el 30 de julio de 1911, una edición en la que, además de alabar los prodigios del telégrafo o relatar cómo una mujer había asesinado a su amante en la calle Croix-Nivert, el diario parisino alertaba de la ola de calor que estaba padeciendo el país. Y con razón. Francia vivió ese año una canícula tan extrema que contó los fallecidos por decena
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