En julio de 1924, a sus 16 años, Rosa fue testigo de la masacre indígena a las comunidades Qom y Moqoit que se llevó parte de su familia. En 2022, 98 años después de ocurridos los hechos, su relato fue fundamental, junto al de otros sobrevivientes, en las audiencias del juicio por la verdad, que determinó la Masacre como un crimen de lesa humanidad cometido en el marco de un proceso de genocidio, con responsabilidad del Estado Nacional y el acompañamiento de hacendados de la zona.
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