Durante años se realizaron terapias con la intención de corregir la homosexualidad, técnicas que eran una auténtica tortura. López Ibor, insigne psiquiatra del franquismo, practicó lobotomías y terapias de electrochoque. Como prueba, la revista Interviú recogió un fragmento de una conferencia suya donde decía: “Mi último paciente era un desviado. Después de la intervención del lóbulo inferior del cerebro presenta, es cierto, trastornos en la memoria y la vista, pero se muestra más ligeramente atraído por las mujeres”.
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