Corremos el riesgo, borrachos como aún estamos del éxito del EHT de la semana pasada, de despreciar las cosas pequeñas. Cosas que, aunque es cierto que no cambiarán los fundamentos básicos de nuestra concepción del universo, merecen la pena porque rezuman una belleza tan primitiva y extraña que parecen salidas del sueño de mil artistas surrealistas. Por ejemplo, esta foto.
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