El maleante quiso escapar saltando a un barranco, pero fue atrapado en el aire y conducido al centro por la calle principal, exponiéndolo al escarnio y humillación, lo que atrajo más personas atraídas por la venganza. Las autoridades perdieron el control y el prisionero pasó a las manos del pueblo. Los líderes improvisados azuzaron a los vecinos más rabiosos, con los ojos sanguinolentos, entusiasmados con la idea de lincharlo en la plaza principal, porque si el aparato de justicia no les cumple, ellos eliminarían la mala hierba.