Sitios web antiguos, artículos académicos, vídeos en streaming, fotografías y más desaparecen a diario, perdidos en el éter. La podredumbre de la web nos recuerda que Internet no es permanente. Cada vez que un enlace marcado como favorito no funciona, una publicación antigua en las redes sociales nos lleva a un error 404, un millennial mayor te habla de MySpace o del sitio web Geocities de su escuela secundaria que ya no puedes visitar, o recuerdas una banda que juras que era real y que viste en vivo , pero nadie más puede recordarlo.