No se trata de fichas o tokens, sino de monedas de plástico, emitidas por una autoridad que representa un buen ejemplo del limbo jurídico-político en el que puede hallarse todo aquel territorio que se independice sin reconocimiento internacional. Estoy hablando de Transnistria, formalmente perteneciente a Moldavia pero independiente de facto, con sus instituciones, himno, servicio postal, moneda y el nada desdeñable respaldo de Rusia, nación en la que aspira integrarse un día.