Propuse colocar, como en París tras la sublevación contra los nazis, placas conmemorativas para un recorrido por los lugares donde el pueblo se batió aquel día. Por ejemplo, la cárcel -hoy ministerio de Exteriores-, donde los presos pidieron permiso para salir a pelear y regresaron por la noche. «Estupendo, lo vamos a hacer», dijo el alcalde. Hasta hoy, claro. Meses más tarde, un concejal me lo explicó todo: «Pensamos después que placas recordando actos de violencia no es algo positivo. Va contra la convivencia y todo eso».
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