Es sabido que islas y archipiélagos son especialmente sensibles a la introducción de especies foráneas, ya que cuentan con unos ecosistemas muy concretos y con especies que han ido evolucionando juntas a lo largo del tiempo y aisladas de otros seres vivos continentales. A menudo no existen depredadores naturales de la nueva especie y las especies introducidas se pueden propagar fácilmente ocupando los nichos ecológicos disponibles o desplazando a las especies autóctonas.
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