Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, no había un consenso entre los aliados sobre qué hacer con los líderes nazis capturados. Y, aunque hubo quienes plantearon ejecuciones sumarias, se decidió organizar un proceso judicial que fuese justo, pero también rápido. Urgía hacerlo. Por eso, explica la autora, era necesario que los juicios se llevaran a cabo "simultáneamente en inglés, ruso, alemán y francés para los jueces y fiscales estadounidenses, británicos, rusos y franceses, y también para los acusados alemanes y sus abogados defensores".
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