Un grupo de ranas iba saltando por un bosque cuando, de pronto, dos de ellas cayeron en un pozo. Todas las demás se asomaron al borde para analizar la situación. En cuanto se dieron cuenta de lo profundo que era comprendieron que aquellas dos ranas no iban a poder salir nunca de allí.
En un principio, las dos ranas atrapadas comenzaron a saltar con todas sus fuerzas para ver si podían escapar del pozo, pero por más que lo intentaban no podían alcanzar el borde.
Desde arriba, las otras ranas, al ver el enorme esfuerzo que estaban haciendo, les gritaban gesticulando con sus patas para advertirles de que era inútil, que no se cansaran, que la altura que había era enorme, que no lo iban a conseguir...
Finalmente, una de las dos ranas atrapada en el pozo, se rindió y se dejó caer. Y allí murió debido al cansancio y la desesperación.
En cambio, la otra continuaba intentándolo una y otra vez. Saltaba primero de una forma, luego de otra, probaba a apoyarse en la pared y rebotar contra el lado contrario, buscaba cualquier saliente en el pozo que le sirviera... Y cada vez que fracasaba miraba de nuevo hacia arriba.
Las compañeras sentían lástima por ella y cada vez con gestos más fuertes le gritaban que lo dejara, que no se cansara más, que era imposible, que no se fatigara de forma inútil como su compañera.
Pero la rana seguía y seguía, cada vez con más entusiasmo hasta que, de pronto, dio un salto sobre un saliente que encadenó sobre otro saliente y desde este se impulsó nuevamente hasta que alcanzó la salida del pozo.
Todas las demás ranas se sorprendieron al ver que lo había logrado, no se lo podían creer.
-Vaya -le dijeron-, es increíble lo que has hecho. No pensamos que lo consiguieras. Desde arriba parecía totalmente imposible.
La rana que acababa de salir puso una cara extraña, como si no entendiera nada.
-¿Podéis hablar un poco más fuerte? -dijo.
-¡Que es increíble que lo hayas hecho! -le gritaron todas a la vez.
-Ah, sí, pero lo he conseguido gracias a vosotras, ¡vosotras me habéis ayudado tanto! Veréis, estoy bastante sorda por lo que desde ahí abajo no oía nada de lo que me decíais, pero por vuestros gestos sabía que me estabais animando a que lo siguiera intentando. Así que eso hice, intentarlo, intentarlo... y gracias a vosotras he conseguido salir del pozo.
Cuento zen
Resulta que llega un nuevo comandante de un campo de entrenamiento militar a su destino, e inspeccionando las instalaciones, se encuentra con un par de soldados haciendo guardia al lado de un banco.
Un poco sorprendido, les pregunta qué están haciendo ahí. "No lo sé, señor. El comandante anterior nos ordenó hacerlo. Al parecer es una tradición del campo."
Interesado por esta extraña costumbre, se puso en contacto con el comandante anterior. "No sé las razones. El que mandaba antes de mí ya tenía guardias, y yo seguí la tradición"
Ahora sí que realmente intrigado, va tirando del hilo, y tras consultar a 3 comandantes anteriores, que le cuentan algo parecido, llega a un antiguo general de 100 años, ya retirado. Le pregunta, todo emocionado.
"Discúlpeme, señor, soy el que está al mando del campo de entrenamiento del que usted estuvo a cargo hace mucho tiempo. Resulta que hay dos guardias asignados a vigilar un banco, y me gustaría conocer un poco la historia de ese banco y de tan curiosa tradición"
El general hace un esfuerzo por recordar, se le ilumina la mirada y dice: "¡¿no me jodas que aún no se ha secado la pintura?!"
Hay que fabricar máquinas que nos permitan seguir fabricando máquinas, porque lo que no va a hacer nunca la máquina es fabricar máquinas
"Quien quiere hacer algo encuentra un medio. Quien no quiere hacer nada encuentra una excusa”.
Proverbio arabe
El neoliberalismo convierte a los ciudadanos en consumidores. La libertad del ciudadano cede a la pasividad del consumidor. Como consumidores, los votantes de hoy no tienen un interés real en la política, en la formación activa de la comunidad. No poseen ni la voluntad ni la capacidad de participar en la acción política comunitaria. Reaccionan solo de forma pasiva a la política: quejándose y quejándose, como hacen los consumidores acerca de un producto o servicio que no les gusta. Los políticos y los partidos también siguen esta lógica del consumo. Tienen que 'entregar'.
Byung-Chul Han
“Procuremos más ser padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado.”
Miguel de Unamuno
“Me someto a la ética, pero no comprendo en modo alguno por qué es más glorioso bombardear una ciudad sitiada que asesinar a alguien a hachazos”.
-Crimen y Castigo, Fiodor Dostoievski-
"El secreto del éxito es la honestidad. Si puedes evitarla, está hecho" .
Atribuida a Groucho Marx
"Mi principal objeción a la existencia es que resulta muy sencillo, cuando estás vivo, cometer errores espantosos". Kurt Vonnegut, Deadeye Dick (1982)
Era en el norte de la India, allí donde las montañas son tan elevadas que parece como si quisieran acariciar las nubes con sus picos.
En un pueblecillo perdido en la inmensidad del Himalaya se reunieron un asceta, un peregrino y un brahmín.
Comenzaron a comentar cuánto dedicaban a Dios cada uno de ellos de aquellas limosnas que recibían de los fieles.
El asceta dijo:
-Mirad, yo lo que acostumbro a hacer es trazar un círculo en el suelo y lanzar las monedas al aire. Las que caen dentro del círculo me las quedo para mis necesidades y las que caen fuera del círculo se las ofrendo al Divino.
Entonces intervino el peregrino para explicar:
-Sí, también yo hago un círculo en el suelo y procedo de la misma manera, pero, por el contrario, me quedo para mis necesidades con las monedas que caen fuera del círculo y doy al Señor las que caen dentro del mismo.
Por último, habló el brahmín para expresarse de la siguiente forma:
-También yo, queridos compañeros, dibujo un círculo en el suelo y lanzo las monedas al aire. Las que no caen, son para Dios y las que caen las guardo para mis necesidades.
“El Maestro dice: Así proceden muchas personas que se dicen religiosas. Tienen dos rostros y uno es todavía más falso que el otro.”
Cuento clásico de la India
El burro le dijo al tigre:
- "El pasto es azul".
El tigre respondió:
- "No, el pasto es verde".
La discusión se calentó, y los dos decidieron someterlo a un arbitraje, y para ello concurrieron ante el león, el Rey de la Selva.
Ya antes de llegar al claro del bosque, donde el león estaba sentado en su trono, el burro empezó a gritar:
- "Su Alteza, ¿es cierto que el pasto es azul?".
El león respondió:
- "Cierto, el pasto es azul".
El burro se apresuró y continuó:
- "El tigre no está de acuerdo conmigo y me contradice y molesta, por favor, castígalo".
El rey entonces declaró:
- "El tigre será castigado con 5 años de silencio".
El burro saltó alegremente y siguió su camino, contento y repitiendo:
- “El pasto es azul”...
El tigre aceptó su castigo, pero antes le preguntó al león:
- "Su Majestad, ¿por qué me ha castigado?, después de todo, el pasto es verde".
El león respondió:
- "De hecho, el pasto es verde".
El tigre preguntó:
- "Entonces, ¿por qué me castigas?".
El león respondió:
- "Eso no tiene nada que ver con la pregunta de si el pasto es azul o verde. El castigo se debe a que no es posible que una criatura valiente e inteligente como tú pierda tiempo discutiendo con un burro, y encima venga a molestarme a mí con esa pregunta".
La peor pérdida de tiempo es discutir con el necio y fanático al que no le importa la verdad o la realidad, sino sólo la victoria de sus creencias e ilusiones. Jamás pierdas tiempo en discusiones que no tienen sentido... Hay personas que por muchas evidencias y pruebas que les presentemos, no están en la capacidad de comprender, y otras están cegadas por el ego, el odio y el resentimiento, y lo único que desean es tener la razón aunque no la tengan.
Cuando la ignorancia grita, la inteligencia calla. Tu paz y tranquilidad valen más.
"Y había algunos que pensaban que vivir moderadamente y guardarse de todo lo superfluo debía ofrecer gran resistencia al dicho accidente y, reunida su compañía, vivían separados de todos los demás recogiéndose y encerrándose en aquellas casas donde no hubiera ningún enfermo y pudiera vivirse mejor, usando con gran templanza de comidas delicadísimas y de óptimos vinos y huyendo de todo exceso, sin dejarse hablar de ninguno ni querer oír noticia de fuera, ni de muertos ni de enfermos, con el tañer de los instrumentos y con los placeres que podían tener se entretenían.
Otros, inclinados a la opinión contraria, afirmaban que la medicina certísima para tanto mal era el beber mucho y el gozar y andar cantando de paseo y divirtiéndose y satisfacer el apetito con todo aquello que se pudiese, y reírse y burlarse de todo lo que sucediese; y tal como lo decían, lo ponían en obra como podían yendo de día y de noche ora a esta taberna ora a la otra, bebiendo inmoderadamente y sin medida y mucho más haciendo en los demás casos solamente las cosas que entendían que les servían de gusto o placer.
Muchos otros observaban, entre las dos dichas más arriba, una vía intermedia: ni restringiéndose en las viandas como los primeros ni alargándose en el beber y en los otros libertinajes tanto como los segundos, sino suficientemente, según su apetito, usando de las cosas y sin encerrarse, saliendo a pasear llevando en las manos flores, hierbas odoríferas o diversas clases de especias, que se llevaban a la nariz con frecuencia por estimar que era óptima cosa confortar el cerebro con tales olores contra el aire impregnado todo del hedor de los cuerpos muertos y cargado y hediondo por la enfermedad y las medicinas."
El Decamerón, Primera Jornada. Giovanni Boccaccio. Florencia, 1349.
Manuel de Castro, presidente de Escuelas Católicas de Madrid, ha reclamado “el consenso ético, social y científico imprescindible para no imponer conceptos y posicionamientos de marcado sesgo ideológico”.
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Cuando, por las tardes, el gurú se sentaba para las prácticas del culto, siempre andaba por ahí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó que ataran al gato durante el culto de la tarde.
Mucho tiempo después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro para atarlo durante el culto vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.
Sabiduría de los cuentos sufíes, Oscar Brenifier e Isabelle Millon
Todos los hombres han de morir, pero la muerte puede tener distintos significados. El antiguo escritor chino Sima Chien decía: Aunque la muerte llega a todos, puede tener más peso que el monte Taishan o menos que una pluma. Morir por los intereses del pueblo tiene más peso que el monte Taishan; servir a los fascistas y morir por los que explotan y oprimen al pueblo tiene menos peso que una pluma
Mao Zedong - Servir al Pueblo - 8 de Septiembre de 1944
La vaca, la cabra y la oveja, acostumbrada a sufrir la injusticia, formaron sociedad con el león en los bosques. Como hubiesen capturado un ciervo de gran tamaño, el león, hechas las partes, habló de este modo: «Yo me llevo la primera, en virtud de mi título, pues se me trata de rey; la segunda, porque soy copropietario , me la otorgaréis a mí; luego, porque soy más poderoso, la tercera se vendrá conmigo; si alguno intenta tocar la cuarta, lo pasará mal»
Esopo
“Los opresores, falsamente generosos, tienen necesidad de que la situación de injusticia permanezca a fin de que su generosidad continúe teniendo la posibilidad de realizarse. El orden social injusto es la fuente generadora, permanente, de esta generosidad que se nutre de la muerte, del desaliento y de la miseria”.
Paulo Freire
“El ‘pero’ es la palabra más puta que conozco, ‘te quiero, pero…’; ‘podría ser, pero…’; ‘no es grave, pero…’
¿Se da cuenta? Una palabra de mierda que sirve para dinamitar lo que era, o lo que podría haber sido, pero no es”.
Eduardo Sacheri
Había una vez un samurái que solía tener la costumbre de pasear con su perro al cual tenía una gran estima.
Un día, su perro se alejó de él y jugueteaba con las hojas que caían de los árboles. Más grande fue la sorpresa del samurái, cuando de repente su perro se lanzó corriendo contra él con aire fiero y muchos deseos de morder.
El samurái, que estaba bien entrenado, desenvaino su espada y justo cuando el perro saltó le cortó la cabeza.
El samurái no entendió por qué de repente su fiel perro se puso en contra suya.
Entonces, elevó la cabeza y vio como una serpiente, que estaba en una rama, se estaba acercando peligrosamente a él. Cuando el samurái comprendió que lo que intentaba su perro era salvarle y no lastimarle, lloró amargamente.
Fue entonces cuando recordó una vieja enseñanza de su maestro:
“El sentido de una acción no siempre es fácil de interpretar. Por eso, antes de desenvainar tu espada, asegúrate que esa es tu única opción”.
En una aldea de China, hace muchos años, vivía un campesino junto a su único hijo. Los dos se pasaban las horas cultivando el campo sin más ayuda que la fuerza de sus manos. Se trataba de un trabajo muy duro, pero se enfrentaban a él con buen humor y nunca se quejaban de su suerte.
Un día, un magnífico caballo salvaje bajó las montañas galopando y entró en su granja atraído por el olor a comida. Descubrió que el establo estaba repleto de heno, zanahorias y brotes de alfalfa, así que ni corto ni perezoso, se puso a comer. El joven hijo del campesino lo vio y pensó:
– ¡Qué animal tan fabuloso! ¡Podría servirnos de gran ayuda en las labores de labranza!
Sin dudarlo, corrió hacia la puerta del cercado y la cerró para que no pudiera escapar.
En pocas horas la noticia se extendió por el pueblo. Muchos vecinos se acercaron a felicitar a los granjeros por su buena fortuna ¡No se encontraba un caballo como ese todos los días!
El alcalde, que iba en la comitiva, abrazó con afecto al viejo campesino y le susurró al oído:
– Tienes un precioso caballo que no te ha costado ni una moneda… ¡Menudo regalo de la naturaleza! ¡A eso le llamo yo tener buena suerte!
El hombre, sin inmutarse, respondió:
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
Los vecinos se miraron y no entendieron a qué venían esas palabras ¿Acaso no tenía claro que era un tipo afortunado? Un poco extrañados, se fueron por donde habían venido.
A la mañana siguiente, cuando el labrador y su hijo se levantaron, descubrieron que el brioso caballo ya no estaba. Había conseguido saltar la cerca y regresar a las montañas. La gente del pueblo, consternada por la noticia, acudió de nuevo a casa del granjero. Uno de ellos, habló en nombre de todos.
– Venimos a decirte que lamentamos muchísimo lo que ha sucedido. Es una pena que el caballo se haya escapado. ¡Qué mala suerte!
Una vez más, el hombre respondió sin torcer el gesto y mirando al vacío.
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!
Todos se quedaron pensativos intentando comprender qué había querido decir de nuevo con esa frase tan ambigua, pero ninguno preguntó nada por miedo a quedar mal.
Pasaron unos días y el caballo regresó, pero esta vez no venía solo sino acompañado de otros miembros de la manada entre los que había varias yeguas y un par de potrillos. Un niño que andaba por allí cerca se quedó pasmado ante el bello espectáculo y después, muy emocionado, fue a avisar a todo el mundo.
Muchísimos curiosos acudieron en tropel a casa del campesino para felicitarle, pero su actitud les defraudó; a pesar de que lo que estaba ocurriendo era algo insólito, él mantenía una calma asombrosa, como si no hubiera pasado nada. Una mujer se atrevió a levantar la voz:
– ¿Cómo es posible que estés tan tranquilo? No sólo has recuperado tu caballo, sino que ahora tienes muchos más. Podrás venderlos y hacerte rico ¡Y todo sin mover un dedo! ¡Pero qué buena suerte tienes!
Una vez más, el hombre suspiró y contestó con su tono apagado de siempre:
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!
Desde luego, pensaban todos, su comportamiento era anormal y sólo le encontraban una explicación: o era un tipo muy raro o no estaba bien de la cabeza ¿Acaso no se daba cuenta de lo afortunado que era?
Pasaron unas cuantas jornadas y el hijo del campesino decidió que había llegado la hora de domar a los caballos. Al fin y al cabo eran animales salvajes y los compradores sólo pujarían por ellos si los entregaba completamente dóciles.
Para empezar, eligió una yegua que parecía muy mansa. Desgraciadamente, se equivocó. En cuanto se sentó sobre ella, la jaca levantó las patas delanteras y de un golpe seco le tiró al suelo. El joven gritó de dolor y notó un crujido en el hueso de su rodilla derecha.
No quedó más remedio que llamar al doctor y la noticia corrió como la pólvora. Minutos después, decenas de cotillas se plantaron otra vez allí para enterarse bien de lo que había sucedido. El médico inmovilizó la pierna rota del chico y comunicó al padre que tendría que permanecer un mes en reposo sin moverse de la cama.
El panadero, que había salido disparado de su obrador sin ni siquiera quitarse el delantal manchado de harina, se adelantó unos pasos y le dijo al campesino:
– ¡Cuánto lo sentimos por tu hijo! ¡Menuda desgracia, qué mala suerte ha tenido el pobrecillo!
Cómo no, la respuesta fue clara:
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte? … ¡Quién sabe!
Los vecinos ya no sabían qué pensar ¡Qué hombre tan extraño!
El chico estuvo convaleciente en la cama muchos días y sin poder hacer nada más que mirar por la ventana y leer algún que otro libro. Se sentía más aburrido que un pingüino en el desierto pero si quería curarse, tenía que acatar los consejos del doctor.
Una tarde que estaba medio dormido dejando pasar las horas, entró por sorpresa el ejército en el pueblo. Había estallado la guerra en el país y necesitaban reclutar muchachos mayores de dieciocho años para ir a luchar contra los enemigos. Un grupo de soldados se dedicó a ir casa por casa y como era de esperar, también llamaron a la del campesino.
– Usted tiene un hijo de veinte años y tiene la obligación de unirse a las tropas. ¡Estamos en guerra y debe luchar como un hombre valiente al servicio de la nación!
El anciano les invitó a pasar y les condujo a la habitación donde estaba el enfermo. Los soldados, al ver que el chico tenía el cuerpo lleno de magulladuras y la pierna vendada hasta la cintura, se dieron cuenta de que estaba incapacitado para ir a la guerra; a regañadientes, escribieron un informe que le libraba de prestar el servicio y continuaron su camino.
Muchos vecinos se acercaron, una vez más, a casa del granjero. Uno de ellos, exclamó:
– Estamos destrozados porque nuestros hijos han tenido que alistarse al ejército y van camino de la guerra. Quizá jamás les volvamos a ver, pero en cambio, tu hijo se ha salvado ¡Qué buena suerte tenéis!
¿Sabes qué respondió el granjero?…
– ¿Buena suerte? ¿Mala suerte?… ¡Quién sabe!
Adaptación de un cuento popular chino
Hacer filosofía es como buscar un gato negro en una habitación oscura sin ventanas.
Hacer metafísica es como buscar un gato negro en una habitación oscura sin ventanas en la que no hay ningún gato.
Hacer teología es como buscar un gato negro en una habitación oscura sin ventanas en la que no hay ningún gato y gritar de repente... ¡ya lo tengo!
Anónimo
Referencia nº38 del prólogo de "El precio de la desigualdad", Joseph Stiglitz.
Himmelstein et al. estiman de forma conservadora que el 62,1% de todas las bancarrotas bancarias en 2007 fueron médicas, esto es, los factores médicos contribuyeron de forma importante a ellas. Más aún, "la mayoría de deudores médicos tenían una buena educación, tenían propiedades, y empleos de clase media. Tres cuartos tenían seguro médico. Usando definiciones identicas, entre 2001 y 2007, el porcentaje de bancarrotas atribuibles a problemas médicos aumentó en un 49,6%". D. Himmelstein, D. Thorne, E. Warren y S.Woolhandler, "Medical Bankruptcy in the United States, 2007: Results of a National Study,"American Journal of Medicine 122, no. 8 (2009): 741-46. Para buscar una medida más casual, i.e., estimando el efecto directo de un "shock médico" en la decisión de declarse en bancarrota o no, Gross y Notowidigdo encuentran que "el copago de los gastos médicos fueron esencialmente fundamentales en, aproximadamente, el 26% de las bancarrotas personales en los hogares de clase baja". T. Gross and Matthew J. Notowisigdo, "Health Insurance and the Consumer Bankruptcy Decision: Evidence from Expansions of Medicaid," Journal of Public Economics 95, nos. 7-8 (2011): 767-78.
Los que éramos la clase media ya no lo somos. Como yo millones que hemos quedado pagando la luz, el gas, y los alimentos, cuando podemos. Es decir lo mínimo para vivir.
No sé de dónde viene ya la pobreza, no me atrevo a culpar a políticos, ni a nadie, pero las cosas van muy mal.
Me siento muy triste. cuando veo a personas en el supermercado, comprando lo más barato y suplicando: "Virgencita que me quede como estoy". ¡IDIOTAS! ¿Somos idiotas los epañoles? Parece que sí... ¡Habría mucho que hablar sobre esto!
Si nuestra democracia es la Banca , las grandes fortunas, y los intereses internacionales, ¿Qué nos queda del Estado de Derecho, de la Soberanía, y de la Democracia lo que nos dicen que votemos. Todo una mentira que ya sabéis todos.
¿Qué hacemos? Nuestros hijos y jóvenes se van a ver en un mundo de pobreza, los nobles y la plebe de nuevo.
Y mientras tanto millones de idiotas dicen: "Virgencita que me quede como estoy". Joder qué asco los tengo.
Cuando, por las tardes, el gurú se sentaba para las prácticas del culto, siempre andaba por ahí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó que ataran al gato durante el culto de la tarde.
Mucho tiempo después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro para atarlo durante el culto vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.
Cuento sufí
En una ocasión un hombre vino a Buda y le escupió en la cara. Sus discípulos, por supuesto estaban enfurecidos.
Ananda, el discípulo más cercano, dirigiéndose a Buda dijo: ¡Esto pasa de la raya! Y estaba rojo de ira y prosiguió: ¡Dame permiso! ¡Para que le enseñe a este hombre lo que acaba de hacer!
Buda se limpió la cara y dijo al hombre: GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.
Has creado, una situación, un contexto, en el que he podido comprobar si todavía puede invadirme la ira o no, y no puede, y te estoy tremendamente agradecido, y también has creado un contexto para mis discípulos, principalmente para Ananda, mi discípulo más cercano.
Esto le permite ver que todavía puede invadirle la ira ¡Muchas gracias! ¡Te estamos muy agradecidos! Y siempre estás invitado a venir. Por favor, siempre que sientas el imperioso deseo de escupirle a alguien, puedes venir con nosotros.
Fue una conmoción tal para aquel hombre… No podía dar crédito a sus oídos, no podía creer lo que estaba sucediendo, había venido a provocar la ira de Buda, y había fracasado.
Aquella noche no pudo dormir, estuvo dando vueltas en la cama, los pensamientos le perseguían continuamente: El escupir a Buda, una de las cosas más insultantes, y que el Buda permaneciese tan sereno, tan en calma como lo había estado antes, como si no hubiese pasado nada…
El que Buda se limpiase la cara y dijera: “GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS, cuando sientas ganas de escupir a alguien, por favor ven a nosotros”, se acordaba una y otra vez…
Aquella cara tranquila, serena, aquellos ojos compasivos, y cuando Buda le dio las gracias, no fue una formalidad, le estaba verdaderamente agradecido, todo su ser le decía que estaba agradecido, Buda desprendía una atmósfera de agradecimiento.
A la mañana siguiente, muy temprano, volvió precipitado, se postró a los pies de Buda y dijo: Por favor, perdóname, no he podido dormir en toda la noche.
Buda respondió, no tiene la menor importancia, no pidas perdón por algo que ya no tiene existencia.
¡Ha pasado tanta agua por el río Ganges! Mira, ¡discurre tanta agua a cada momento! Han pasado 24 horas, ¿por qué cargas con algo que ya no existe?, ¡no pienses más en ello!
Y, además, yo no te puedo perdonar, porque, en primer lugar, nunca llegué a enojarme contigo, si me hubiera enojado te podría perdonar, guarda la experiencia y aprende profundamente de estos hechos y del agradecimiento.
Sé agradecido con todos. Agradece, agradece, agradece con aquellos que te han ayudado, con aquellos que te han puesto obstáculos, ellos son verdaderos maestros, todo lo que te disgusta refleja tu ego… Todos los que han sido indiferentes contigo. Sé agradecido con todos, porque todos juntos están creando el contexto en el que nacen los budas, en el que tú puedes convertirte en Buda.
Buda, Nepal, siglo sexto (500) A.C.
menéame