Un grupo de ranas iba saltando por un bosque cuando, de pronto, dos de ellas cayeron en un pozo. Todas las demás se asomaron al borde para analizar la situación. En cuanto se dieron cuenta de lo profundo que era comprendieron que aquellas dos ranas no iban a poder salir nunca de allí.
En un principio, las dos ranas atrapadas comenzaron a saltar con todas sus fuerzas para ver si podían escapar del pozo, pero por más que lo intentaban no podían alcanzar el borde.
Desde arriba, las otras ranas, al ver el enorme esfuerzo que estaban haciendo, les gritaban gesticulando con sus patas para advertirles de que era inútil, que no se cansaran, que la altura que había era enorme, que no lo iban a conseguir...
Finalmente, una de las dos ranas atrapada en el pozo, se rindió y se dejó caer. Y allí murió debido al cansancio y la desesperación.
En cambio, la otra continuaba intentándolo una y otra vez. Saltaba primero de una forma, luego de otra, probaba a apoyarse en la pared y rebotar contra el lado contrario, buscaba cualquier saliente en el pozo que le sirviera... Y cada vez que fracasaba miraba de nuevo hacia arriba.
Las compañeras sentían lástima por ella y cada vez con gestos más fuertes le gritaban que lo dejara, que no se cansara más, que era imposible, que no se fatigara de forma inútil como su compañera.
Pero la rana seguía y seguía, cada vez con más entusiasmo hasta que, de pronto, dio un salto sobre un saliente que encadenó sobre otro saliente y desde este se impulsó nuevamente hasta que alcanzó la salida del pozo.
Todas las demás ranas se sorprendieron al ver que lo había logrado, no se lo podían creer.
-Vaya -le dijeron-, es increíble lo que has hecho. No pensamos que lo consiguieras. Desde arriba parecía totalmente imposible.
La rana que acababa de salir puso una cara extraña, como si no entendiera nada.
-¿Podéis hablar un poco más fuerte? -dijo.
-¡Que es increíble que lo hayas hecho! -le gritaron todas a la vez.
-Ah, sí, pero lo he conseguido gracias a vosotras, ¡vosotras me habéis ayudado tanto! Veréis, estoy bastante sorda por lo que desde ahí abajo no oía nada de lo que me decíais, pero por vuestros gestos sabía que me estabais animando a que lo siguiera intentando. Así que eso hice, intentarlo, intentarlo... y gracias a vosotras he conseguido salir del pozo.
Cuento zen